sábado, 1 de septiembre de 2012

La Vida y Grandeza de José Antonio Páez



La vida, valentía y gesta heroica del General en Jefe José Antonio Páez, parece estar solamente reservada para los grandes hombres en la historia de la humanidad. Basta con conocer su origen, su vida, sus hazañas y hechos memorables en la lucha por la independencia de Venezuela, para asegurarle un sitial de honor entre sus compatriotas y crear una profunda admiración y un soberano respeto en toda la América y Europa.

Nadie ha descrito mejor su vida y heroísmo como lo hizo el pensador, filósofo y poeta Don José Martí en el prólogo de la segunda edición de su Autobiografía, de donde se pueden extraer las siguiente frases: “…Nadie comenzó su vida en mayor humildad, ni la ilustró con más dotes de aquellas sublimes que aparecen, con el misterio de la vida, venir a los hombres privilegiados del espíritu mismo de la tierra en que nacen… jamás fuiste cruel, ni derramaste para tu provecho la sangre de los tuyos, ni deprimiste, para mantener un falso engrandecimiento, el carácter de tus conciudadanos…”.

De peón de hato a luchador magnánimo en el campo de batalla, de sargento primero a general en jefe, de héroe de la independencia a presidente de la república, este incansable guerrero fue sin lugar a dudas uno de los hombres más valientes de la gesta emancipadora de Venezuela, que dio el gentilicio a su pueblo y que supo guiar con bien los destinos de su patria.

1790 – 1809: Nacimiento y juventud. Enfrentamiento con asaltantes. Años como peón en el hato la Calzada y el Pagüey

José Antonio Páez nació un 13 de Junio de 1790 en una muy modesta casita, a orillas del riachuelo Curpa, cerca del pueblo de Acarigua, cantón de Araure, provincia de Barinas, Venezuela. Sus padres fueron Juan Victorio Páez y María Violante Herrera. Fue el penúltimo de 8 hijos.

José Antonio Páez recibió una educación muy escasa durante su niñez. Trabajó por un tiempo con su cuñado Bernardo Fernández como ayudante en los negocios de víveres y siembra del cacao. Luego se trasladó junto a su hermano José de los Santos a San Felipe para hacerse cargo del negocio de un pariente isleño llamado Domingo Páez.

En 1807, cuando tenía 17 años, ocurrió un hecho que pondría a prueba por primera vez su valentía. Luego de regresar de un viaje encomendado por su madre desde Patio Grande cerca de Cabudare hacia el pueblo de Guama, fue asaltado por cuatro bandoleros en un paso por la montaña de Mayurupí cerca de Yaritagua. En esta acción Páez dio muerte al que parecía ser el jefe de los bandidos y logró espantar al resto, quienes huyeron despavoridos. Al llegar a su pueblo y temiendo por las represalias, Páez quien había contado lo sucedido a su hermana, resolvió ocultarse, luego huyó y se adentró tomando el camino de Barinas hasta las riberas del Apure.

A partir de ese momento y lejos de los suyos, Páez tiene que buscar como mantenerse y consigue un empleo honesto como peón en el hato La Calzada, perteneciente a Don Manuel Pulido. Lo que no se imaginó Páez fue que el trabajo del llanero resultó ser una jornada muy dura. Sumado a eso el capataz del hato, un negro llamado Manuelote le puso el ojo a el “Catire” y le asignó las tareas más duras: domar caballos salvajes, pastorear el ganado bajo el sol inclemente, velar por las noches las madrinas de los caballos, tirarse al agua a guiar al ganado sin importar que el joven rubio supiera nadar. Y para colmo, al final de la jornada le gritaba “Catire Páez, traiga un camazo con agua, y láveme los pies”. 

Esos años trabajando como peón, le proporcionaron a Páez una increíble fortaleza física, así como la habilidad para montar y enlazar. Contó el mismo General una anécdota, que muchos años después en la batalla de Mata de la Miel tomó como prisionero a Manuelote, al cual trató con mucha bondad, y quien gracias a eso se enlistó más tarde en sus filas. Los demás llaneros siempre con cierta malicia le gritaban a Manuelote: “Catire Páez, traiga un camazo con agua, y láveme los pies”, a lo que el negro les respondía: “Ya sé que ustedes, dicen eso por mí; pero a mí me deben el tener a la cabeza un hombre tan fuerte, y la patria una de las mejores lanzas, porque fui yo quien lo hice hombre”.

Luego de La Calzada Páez pasa a trabajar en el hato El Pagüey, también propiedad de Pulido, donde dejó de ser peón y aprendió el negocio de la venta de ganado. En esos años comenzó a trabajar por su cuenta y adquirió algunos bienes de fortuna que le permitieron vivir tranquilo, satisfecho y feliz. Sin embargo se acercaba la hora de su redención y la patria lo llamaría a luchar por la libertad.

Línea en el tiempo: Para el año 1795, contando Páez con casi 5 años, José Leonardo Chirino encabezó una rebelión en Coro. En el año 1797 se llevó a cabo la conspiración de Gual y España. En el año 1806 Miranda desembarcó en la Vela de Coro. 

1810 - 1813: Alistamiento en el ejército patriota. Su ascenso a capitán. Sus primeras acciones. A punto de morir como prisionero.

Cuando comenzaron a levantarse por todas partes fuerzas para luchar contra los españoles, José Antonio Páez se alistó en el ejército patriota en un escuadrón de caballería que comandaba en Barinas Don Manuel Pulido. Luego de servir algún tiempo y antes de que el jefe español Domingo Monteverde ocupara el país y acabara con la Primera República, Páez se retiró del ejército con licencia indefinida y con el grado de sargento primero.

Estando el país en estado de opresión, ningún civil o militar podía contradecir los mandatos que se le asignaran en nombre de la corona, sin ser considerados como un crimen. En estas circunstancias Páez recibió la orden del general español Don Antonio Tíscar de que fuera con 30 hombres a recoger todos los caballos mansos y el ganado del hato El Carrao para llevarlos al cuartel general de Barinas. Cumplido el mandato, Páez conoció personalmente al general Antonio Tíscar, quien lo destinó al servicio del ejército con el grado de capitán de caballería. Luego de un mes, recibió la orden de presentarse inmediatamente al cuartel general de Barinas para hacerse cargo de una compañía de 30 hombres. Con el pretexto de presentarse primero a su hato y dejar listas sus disposiciones, tomó la determinación de buscar a los patriotas y reunirse con ellos.

Al internarse en las montañas y salir al pueblo de Santa Bárbara, se encontró al comandante patriota Manuel Pulido quien había llegado de Mérida con un corto número de tropas y se incorporó a ellas. En poco tiempo marchó con los patriotas hacia Barinas por la misma vía que había traído. Al llegar a la ciudad, ésta había sido evacuada por las fuerzas españolas gracias a las acciones de José Félix Ribas en Niquitao, que obligó a Tíscar retirarse a Nutrias y San Fernando de Apure. Una vez establecido un gobierno patriota en Barinas y organizadas las fuerzas, Páez fue ascendido a capitán en recompensa por no haber aceptado el mismo grado en el ejército español.

A Páez se le ordenó atacar a un escuadrón de caballería comandado por Miguel Marcelino, que ocupaba la parroquia de Canaguá. Con cuatrocientos caballos lo sorprendió al amanecer, en el sitio de “Las Matas Guerrereñas” en la sabana de Suripá a donde Marcelino se había retirado. Páez logró la victoria y regresó a Barinas con los prisioneros que había tomado.

Al recibir en el camino la noticia de que Barinas había sido tomada por Yáñez, decide tomar rumbo a Guasdualito o al Casanare en Colombia. El escuadrón de Páez compuesto en su mayoría por vecinos de Canaguá, comenzaron a desalentarse cuando éste había resuelto atravesar el Apure por el paso de Palmarito en dirección a la provincia de Casanare. Notando la indecisión de la tropa, Páez mandó a salir al frente a los que querían quedarse. Para su sorpresa la mayoría resolvió quedarse y sólo lo acompañaron veinte hombres entre oficiales y soldados. Más adelante en el hato del Cerrito, después de comer y descansar, el resto de los hombres que lo acompañaban tomaron la decisión de los que poco antes lo habían abandonado. El único que lo siguió fue un joven de dieciséis años llamado José Fernández. Luego de cuatro días, el joven afligido de lidiar con el hambre, los mosquitos y la lluvia fue a presentarse con un jefe español que a los pocos días lo pasó por las armas.

Una vez solo y vagando por la llanura, no le queda sino confiar en la ayuda de amigos con puestos de poder en el gobierno de Barinas, para lograr un pasaporte que lo pueda ayudar a llegar a San Carlos y reunirse con las tropas patriotas. Confiar en sus amigos sólo le sirvió para que lo encerraran con el propósito ponerlo en capilla.

Estando cerca de morir como prisionero, logró ser perdonado gracias a las diligencias de su esposa Dominga Ortiz y a la recomendación de Fray Simón Archila, no sin antes pagar 600 pesos por su libertad. Quince días después de estar libre en Barinas es llamado ante el comandante Puy para responder por las armas que había quitado y escondido a las tropas que le abandonaron cuando pretendía atravesar el Apure. Sin responder siquiera una palabra, Páez nuevamente es condenado a prisión y con la posibilidad de morir atravesado por las lanzas en medio de la noche, como se acostumbraba a ejecutar a los prisioneros en esa época.

Es entonces cuando ocurre un hecho muy curioso o sobrenatural, cuando Puy decide marchar a San Fernando con todas sus tropas ante la amenaza de un numeroso grupo de soldados patriotas llamados “los soldados de la muerte” que venían sobre Barinas. Resulta que después este ejército, que supuestamente fue avistado por un oficial español, llegó a llamarse por los mismos españoles “el ejército de las ánimas”, que dio lugar a que los habitantes de Barinas dijeran después a Páez: “usted es un hombre tan afortunado que hasta las ánimas benditas le favorecen”.

Barinas quedó sin tropas, no sin antes decirle un oficial al carcelero que no soltara ni uno solo de los prisioneros, y que de hacerlo sería castigado con la pena de muerte. El oficial dijo que saldrían a hacer un reconocimiento y luego regresarían. Oportunidad ésta que aprovechó Páez para convencer al carcelero que lo soltara, y así lo logró. Una vez libre se dirigió a su casa en busca de su espada y su caballo para luego regresar y liberar a todos los prisioneros.

Solo, decide agrupar algunos hombres para formar una tropa y tanto es la argucia de Páez que sus primeros reclutas fueron cinco soldados realistas. Encontró a ocho indios armados con flechas a la orilla del río cercano al pueblo y blandiendo la espada les ordenó que arrojaran las armas, los indios sorprendidos y temerosos lo hicieron. Hizo un haz con los arcos y flechas y se lo puso en el hombro. Los llevó al pueblo y los acuarteló en una casa inmediata a la de él de donde luego, sin nadie que los vigilara, escaparon.

Reuniendo de a poco unos siete hombres, Páez vuelve a encontrarse con Miguel Marcelino y un escuadrón de cuarenta jinetes cerca del hato La Calzada. Logró burlarlo cruzando el río y de allí se dirigió a Barinas con la esperanza de encontrar algunas tropas patriotas.

Línea en el tiempo: El 19 de abril de 1810 se declara la independencia de Venezuela. El 5 de julio de 1811 se firma el acta de la independencia de Venezuela. En 1812 ocurre el terremoto de Caracas, se rinde Miranda en San Mateo, es el fin de la Primera República. El año de 1813 es el año de La Campaña Admirable, muere Atanasio Girardot en la Batalla de Bárbula, entrada triunfal en Caracas de Bolívar el 7 de agosto, es el inicio de la Segunda República. Contaba Páez para ese momento con 23 años.

1814 - 1816: Enfrentamiento con Sánchez. Se une a las tropas de Urdaneta. Batalla de Mata de la Miel. Es nombrado jefe supremo de los llanos. Batalla del Yagual.

Páez se unió en Barinas al comandante patriota Ramón García de Sena, quien lo puso a la cabeza de la caballería. En el camino de Mérida la división de García de Sena derrota al enemigo en el primer encuentro, pero inexplicablemente éste ordena no perseguir a los realistas y a su vez decide desfilar hacia Mérida. Barinas fue sitiada de nuevo. Páez va a Mérida y de allí se une a las fuerzas patriotas que van de Lagunillas a Estanques. En compañía del capitán Antonio Rangel enfrenta a los Godos, quienes se retiran a Bailadores.

Páez obtiene una victoria fácil, todos los enemigos se rinden, arrojan las armas y piden clemencia. El único que disputó su vida fue un tal José María Sánchez, hombre temido por lo merideños con fama entre los realistas por su valor y arrojo. Se cuenta de él que en un encuentro en Lagunillas desmontó un cañón de montaña y se lo llevó a cuestas como si fuera una carabina. Sánchez sujeta la lanza de Páez y lo obliga a desmontar para enfrentarse cuerpo a cuerpo, Páez logra arrancarle la lanza con gran esfuerzo y le provoca una herida mortal. Viéndolo tendido en el suelo, le exhorta a morir bien y reza el credo en voz alta para estimularlo a repetirlo. Sánchez en respuesta trata de desenvainar el puñal que llevaba en la cintura cuando Páez lo libró con un lanzazo.

Después de esta acción, Páez persiguió al enemigo y regresó con ocho artilleros realistas prisioneros. Al llegar nuevamente al sitio donde se encontraba muerto Sánchez, el pueblo merideño no encontraba palabras con que encomiarle por su triunfo y por haber acabado con el monstruo de Sánchez. Luego de un tiempo en Mérida, Páez se incorpora a las tropas de Urdaneta, quien decide organizar la retirada hacia la Nueva Granada. Páez decide abandonarlo debido a la injusticia cometida por el comandante general de caballería Chávez, quien le quita el caballo que montaba y se lo asignó a otro oficial. Aquí decide irse a los llanos de Casanare para emprender operaciones contra Venezuela apoderándose del territorio del Apure y de los mismos hombres que sirvieron a Boves, Ceballos y Yáñez. Todos dudaron de que aquellos llaneros que se habían mostrado entusiastas por la causa del Rey de España siguieran a Páez.

Páez sale de Bailadores, sin pasaporte de Urdaneta, rumbo al Casanare. Pasa muchas dificultades en el camino, haciendo la mayoría del trayecto a pie, y al llegar a Pore capital del Casanare encontró al comandante venezolano Francisco Olmedilla. Recibe el apoyo que necesitaba y al cabo de un tiempo logra formar un cuerpo de caballería de más de mil hombres, que al mando de Olmedilla emprende marcha a Venezuela el 10 de octubre de 1814. Cabalgando en las noches y haciendo paradas en el día, logran llegar a Guasdualito meses después. Al poco tiempo entran en batalla contra las tropas de Pacheco Briceño y las derrotan. Páez persigue a tres oficiales realistas y logra tomar prisionero a uno de ellos a quien le perdona la vida. Organiza a su tropa y se presenta a Olmedilla con doscientos veintiocho prisioneros.

Al culminar la lucha le manifestó a Olmedilla que le había perdonado la vida al oficial realista, porque no empleaba su arma contra el rendido. En respuesta Olmedilla ordena al capitán Rafael Maldonado que le cortase la cabeza, y éste ejecuta inmediatamente tan bárbaro mandato. No obstante a esto, Olmedilla ordena a su segundo Fernando Figueredo a que haga lo mismo con todos los prisioneros. Tan terrible acción la llevarían a cabo los capitanes Juan Santiago Torres y Rafael Maldonado. Páez al ver caer decapitado al quinto prisionero y sin contener la indignación se dirigió en su caballo a los verdugos y les previno de que si mataban a un individuo más lo pagarían con sus vidas.

Los capitanes atemorizados y sorprendidos detuvieron la ejecución. Figueredo contrariado reprocha la actitud de Páez, y éste le contesta con desenfado que está dispuesto a morir por defender la vida de estos desgraciados. Figueredo recurre a Olmedilla, Páez mantiene su posición. Al final Figueredo no pudo matar ni a un hombre más ni tampoco Páez sería castigado, porque temían a la voluntad de las tropas que estaban de su lado. Así se salvaron aquellos infelices que más tarde se unirían en su mayoría a las tropas comandadas por José Antonio Páez.

Olmedilla dio la orden de marchar al Casanare, y en ausencia de Páez mandó a ejecutar a setenta y seis prisioneros. Varios soldados recurren a Páez para salvarlos pero el tiempo y la distancia hacen que sea demasiado tarde. Ante una mala situación de los caballos y el riesgo de que puedan caer fácilmente en manos del enemigo, Páez junto a cuatro oficiales solicitan discutir tal situación con Figueredo, éste molesto discute con Páez y le ordena a un teniente arrestarlo y colocarle un par de grillos. Páez les increpa a detenerlo no sin antes advertirles que está dispuesto a morir matando. Figueredo suspende la orden y les pide a los otros oficiales calmar a Páez creyendo que levantaría a la tropa en su contra.

Al día siguiente Páez solicita un pasaporte para la capital, y no habían transcurrido veinticuatro horas cuando la mayoría de la tropa había desertado. Figueredo informó al gobierno de lo ocurrido y Páez lo hizo también. Al final aprueban la conducta de Páez y deponen a Figueredo.

Depuesto Figueredo, el comandante Olmedilla también tuvo un desastroso final, después de desertar y ser capturado por el propio Páez. Luego de ser reemplazo Olmedilla por el general Ricaurte, fue invadida la provincia del Casanare por el general Calzada en 1815. Se llevó a cabo la batalla de Chire donde obtienen el triunfo los patriotas, luego es capturado el comandante Vicente Peña, hombre valiente a quien Páez logra salvarle la vida y que luego lucharía al lado del ejército patriota.

Ante la diatriba de Ricaurte de marchar a Casanare y Páez de defender a Guasdualito, a Ricaurte no le queda otra alternativa que dejar al mando de Páez las tropas que querían quedarse. Así se convirtió Páez en el jefe de una fuerza reducida de quinientos hombres de caballería para enfrentar en la batalla de Mata de la Miel a las tropas del coronel Francisco López. El inicio del combate comenzó cuando hieren mortalmente el caballo de Páez, y ante la pérdida de éste les dijo a sus soldados que si no estaban resueltos a vengar su muerte, se lanzaría solo a perecer sobre las líneas enemigas. A lo que todos contestaron: “¡Sí, la vengaremos!”.

Tal fue la batalla de “Mata de la Miel” que el enemigo tuvo la pérdida de 500 prisioneros y 400 muertos, tomaron 3.345 caballos y gran número de lanzas y fusiles. En aquella noche se distinguieron los capitanes Genaro Vázquez, Nonato Pérez, Miguel Antonio Figueredo, Antolín Mujica, Francisco Hurtado, Hermenegildo Mujica, Gregorio Brito y Juan Antonio Romero. El gobierno de la Nueva Granada de quien dependían las tropas le otorgó a Páez el grado de Teniente Coronel.

Tiempo después envían a Guasdualito al comandante Guerrero por orden de Ricaurte para hacerse del mando de las tropas de Páez, lo cual provoca un motín proclamando a Páez como jefe del ejército como lo había sido en combate. Es el mismo Páez que logra convencerlos de deponer su actitud y reponer a Guerrero en el mando.

Pero al final Guerrero fue llamado a la provincia de Casanare y Páez quedó encargado del ejército de Guasdualito. A mediados de junio se llevó a cabo la batalla de Mantecal contra López, donde fue hecho prisionero el capitán Antolín Mujica por el coronel Andrés Torrealba, quien más tarde lo ejecutaría y decapitaría.

Después de este terrible episodio Páez se posiciona en Arichuna cerca de Guasdualito. Entre tanto las tropas de Morillo habían ocupado la Nueva Granada y destruido su gobierno. Por otra parte La Torre perseguía al resto de las tropas republicanas hasta Casanare. Todo parece estar perdido, Páez fue convocado a una junta de oficiales granadinos y venezolanos en el Arauca para establecer un gobierno provisorio. El teniente coronel Fernando Serrano, fue nombrado unánimemente presidente del Estado, para ministro secretario, el Doctor Don Francisco Javier Yánez, para consejeros de Estado, los generales Servier y Urdaneta y para general en jefe del ejército, el entonces coronel Francisco de Paula Santander. Este gobierno se instaló luego en Guasdualito.

Santander comisiona a Páez para ir al hato Lareño a coger potros para remonta de la caballería. Al regresar de la comisión, varios jefes y oficiales salieron a encontrarse con Páez, para notificarle que la tropa lo había nombrado jefe supremo y estaba formada en su campamento aguardando para obtener su consentimiento. Páez se resiste al motín y se presentó ante Santander para notificar el cumplimiento de la comisión. Los oficiales y la tropa mantienen la disposición de nombrar a Páez jefe supremo de los llanos y único capaz de salvar lo que queda de la Nueva Granada y Venezuela.

Tal es la fe que todos tenían en el valor de Páez, en su actividad, en su influjo sobre los llaneros y en otras dotes que le adornaban, que los generales Urdaneta y Servier, lo mismo que algunos coroneles se sometieron a su autoridad de buena gana, Serrano es depuesto, Santander renuncia, y José Antonio Páez es nombrado jefe supremo de los llanos. Desde ese momento se enfiló a enfrentar al enemigo desde el Arauca hasta el Apure con un ejército de llaneros que no contaban más que con una lanza y palos de albarico, para levantar de nuevo el altar santo de la patria.

Páez decidió enfrentar al enemigo en Achaguas, y en la riberas del Arauca se libró la batalla del Yagual (Hato el Yagual) donde derrotó al ejército de López. Las fuerzas venían organizadas desde la Trinidad de Arichuna en tres escuadrones: el primero al mando del general Rafael Urdaneta, el segundo a las órdenes del general Servier y el tercero a las del entonces coronel Santander. Todas estas tropas, incluyendo la reserva, formaban un número de setecientos combatientes. Cabe destacar que en medio de la batalla, López invitó a una entrevista a Páez para conocerlo personalmente, la cual se llevo a cabo en mitad del río Apure en dos embarcaciones.

Luego del Yagual se levaron a cabo la toma de Nutrias y las acciones en el Palital y Rabanal para luego iniciar la marcha a Achaguas. Cabe destacar que después de algunos movimientos de Morillo, el terror se apoderó de algunos patriotas quienes decidieron por una parte pedir pasaporte a Páez para marchar a la provincia de Guayana, o desertar. Entre los que pidieron pasaporte se encontraba Santander. Páez estaba convencido que la defensa del ejército de Apure era vital para la causa patriota.

Línea en el tiempo: En 1814 se libró la batalla de la Victoria, se sacrificó Antonio Ricaurte en San Mateo, por las heridas sufridas en la Batalla de San Mateo murió luego Vicente Campo Elías, muere Boves en Urica, es el fin de la Segunda República. A principios de 1815 es capturado y ejecutado José Félix Ribas. En 1816 se lleva a cabo la expedición de Los Cayos por Bolívar, es sitiada Angostura por Piar y Cedeño, Miranda muere en la Carraca en España.

1817 - 1820: Batalla de Mucuritas. Derrota del general La Torre. Encuentro con Bolívar en el hato Cañafístola. Toma de las Flecheras. Batalla de Las Queseras del Medio.

Latorre marcha en busca de Páez con tres mil infantes y mil setecientos jinetes mandados por el coronel Remigio Ramos, jefe de caballería que se había distinguido mucho desde los tiempos de Boves y Yáñez. Se enfrentaron en Mucuritas, Páez formó sus mil cien hombres en tres líneas, mandada la primera por los esforzados comandantes Ramón Nonato Pérez y Antonio Rangel, la segunda por los intrépidos comandantes Rafael Rosales y Doroteo Hurtado y la tercera quedó de reserva a las órdenes del bravo comandante Cruz Carrillo.

Este combate le costó a los realistas la pérdida de una gran parte de sus pertrechos y de un gran número de armas que arrojaban los soldados por escapar del fuego. El triunfo dio gran fuerza moral a la causa patriota, pues era el primer revés que sufría el ejército de Morillo después de su llegada a tierra firme. Más tarde diría Morillo: “Catorce cargas consecutivas sobre mis cansados batallones me hicieron ver que aquellos hombres no eran una gavilla de cobardes poco numerosa, como me habían informado, sino tropas organizadas que podían competir con las mejores de Su Majestad el Rey”.

Después, en las acciones de Banco Largo, tomó unos prisioneros que le sirvieron para organizar su primer batallón de infantería al que bautizó, a petición de sus jefes, con el nombre del “Bravos de Páez” base del famoso cuerpo que siempre se distinguió en muchas ocasiones de guerra y que mereció mas tarde que se le cambiara su nombre por el de “Vencedores de Boyacá” por su heroica conducta en la batalla del mismo nombre.

Es a principios de 1818 cuando Páez y Bolívar se encuentran por primera vez. La entrevista tuvo lugar en el hato Cañafístola, y comenzó con un estrecho abrazo. Páez reconoció a Bolívar como jefe supremo de los ejércitos de Venezuela, comprometiéndose ambos a luchar en defensa de la patria, y asegurando que con sus mutuos esfuerzos acabarían de destruir al enemigo que la oprimía.

Impaciente Bolívar por comenzar la campaña, estuvo tres o cuatro días en San Juan de Payara, meditando de qué manera pasaría el río de Apure con el ejército, no teniendo embarcaciones en que hacerlo. Es entonces, cuando Páez realizó una de las hazañas más memorables en la boca del Coplé, y ante la incredulidad de Bolívar eligió a 50 hombres de entre la guardia de caballería y les hizo nadar en dirección a una escuadrilla de flecheras que se encontraban al otro margen del río. Le siguieron con las lanzas en la boca, nadando con un brazo y acariciando con la otra mano los cuellos de los caballos, animándolos a nadar contra la corriente y dando voces para ahuyentar la multitud de caimanes que había en el rió. Llegaron así a los botes, y montando los caballos se lanzaron de sus lomos a bordo de aquellas lanchas. Guiados por su jefe y con gran admiración de los que los observaban desde la orilla del río, se apoderaron de todas las flecheras. Asombrado Bolívar, dijo que si él no hubiera presenciado aquel hecho, nadie habría podido hacérselo creer.

A principios de enero de 1819 volvió el Libertador a San Juan de Payara, pero inmediatamente regresó a Angostura para asistir a la apertura del Congreso que debía reunirse allí, dejando a Páez al mando del ejército y las facultades para obrar a discreción en defensa del territorio de Apure.

Reunió Morillo un ejército de seis mil hombres, y Páez reducido en número lo obligaba a seguirlo a sabana abierta. Bolívar llegó al cuartel general de Páez en el Caujaral de Cunabiche, a finales de marzo, con la resolución de buscar y atacar a los realistas. Es el 3 de abril de 1819 cuando se libró una de las batallas más memorables de la independencia, cuando José Antonio Páez con ciento cincuenta hombres cruza el río, y al galope se dirigieron al campamento de Morillo. Éste envía sus tropas en persecución de Páez que emprende la retirada, y en Las Queseras del Medio grita: “¡Vuelvan caras!” para regresar y arremeter contra el enemigo con tal fiereza que lo derrotó y le proporcionó cerca de quinientas bajas.

Después de la acción, cuando se reúnen con Bolívar quien fue testigo de esta increíble gesta heroica, éste le concede la Cruz de Libertadores a los ciento cincuenta guerreros y la siguiente proclama a los bravos del ejército de Apure: “¡Soldados! acabáis de ejecutar la proeza más extraordinaria que puede celebrar la historia militar de las naciones. Ciento  cincuenta hombres, mejor diré ciento cincuenta héroes, guiados por el impertérrito general Páez, de propósito deliberado han atacado de frente a todo el ejército español de Morillo. Artillería, infantería, caballería, nada ha bastado al enemigo para defenderse de los ciento cincuenta compañeros del intrepidísimo Páez, Las columnas de caballería han sucumbido al golpe de nuestras lanzas; la infantería ha buscado un asilo en el bosque; los fuegos de sus cañones han cesado delante de los pechos de nuestros caballos, solo las tinieblas habrían preservado a ese ejército de viles tiranos de una completa y absoluta destrucción. ¡Soldados! lo que se ha hecho no es más que un preludio de lo que podéis hacer. Preparaos al combate, y contad con la victoria que lleváis en las puntas de vuestras lanzas y de vuestras bayonetas”.

Luego vendrían meses de acciones contra Morillo y Morales. El Libertador marchó hacia la Nueva Granada y Páez quedó obrando en el Apure. Es a finales de 1820, cuando los jefes de las fuerzas beligerantes, deseando poner término a la guerra de exterminio con que horrorizaban al mundo, concluyeron un tratado en Trujillo para regularizar la guerra conforme a la práctica de los países civilizados y firmar un armisticio.

Concluidos los tratados, el general Morillo invitó al Libertador a una entrevista en el pueblo de Santa Ana. Bolívar, acompañado de su estado mayor, llegó a ese lugar, donde fue recibido por el jefe español con altas consideraciones de respeto, pasando bien pronto a tributarse expresiones de amistad y admiración mutua.

Línea en el tiempo: En 1817 se llevó a cabo la batalla de Matasiete, es ejecutado Manuel Piar, muere Eulalia Buroz en la toma del Convento de San Francisco (Casa Fuerte). En el año 1818 se convocó el Congreso de Angostura. Para 1819 inicia el Congreso de Angostura, muere José Antonio Anzoátegui en Colombia, Bolívar y Santander iniciaron el paso de Los Andes, El Congreso de Angostura anunció la creación de La Gran Colombia.

1821 – 1825: Batalla de Carabobo. Sitio y rendición de Puerto Cabello. Concluye la guerra de independencia.

El armisticio llegó a su fin con la ocupación de Maracaibo por las tropas de Urdaneta, lo que dio origen a una protesta por parte de los realistas; y el 28 de Abril comienzan de nuevo las hostilidades. En estos meses muchas fueron las acciones que obligaron a La Torre marchar hacia Carabobo donde se proponía presentar batalla a las tropas republicanas.

Es en el campo de Carabobo donde se escribe la independencia de Venezuela. Aquí se llevó a cabo el 24 de junio la batalla que marcó el fin del yugo español. La primera división, que estaba al mando de Páez se componía del batallón Británico, del Bravos de Apure y mil quinientos caballos. La segunda, compuesta por una brigada de la Guardia, los batallones tiradores, el escuadrón Sagrado y los batallones Boyacá y Vargas, al mando del general Cedeño. La tercera, a las órdenes del intrépido coronel Plaza, se componía de la primera brigada de la Guardia, con los batallones Rifles, Granaderos y Vencedor en Boyacá, el batallón Anzoátegui y un regimiento de caballería al mando del valiente coronel Rondón.

El ejército patriota entró al campo de Carabobo por la Pica de la Mona, y en una heroica acción derrotaron a los batallones realistas Valencey y Barbastro. Ya vencidos y perdiendo cada vez más terreno tuvieron que abandonar su posición para reunirse al grueso del ejército realista. Páez corrió tras ellos para intimarles a la rendición, acompañado del coronel Plaza que, dejando su división, tomó parte personalmente en la refriega. Durante la carga, una bala hirió mortalmente al Coronel Ambrosio Plaza quien moriría al día siguiente.

Cabe destacar un episodio que tuvo lugar mientras Páez iba tras las tropas enemigas. Según testificaron muchos de los que sirvieron al lado de Páez, éste sufría de ataques de epilepsia que se presentaban en medio de la intensidad de la lucha en las batallas. En esta ocasión estuvo a punto de no sobrevivir a la victoria, pues habiendo sido acometido repentinamente de aquel terrible ataque que le privaba del sentido, se quedó en el ardor de la carga entre un tropel de enemigos, y tal vez hubiera muerto, el comandante Antonio Martínez, de la caballería de Morales (realista), no lo hubiera sacado de aquel lugar. Tomó las riendas de su caballo, y montando en las ancas del animal a un teniente de los patriotas llamado Alejandro Salazar alias “Guadalupe”, para que lo sostuviera sobre la silla, lo pusieron a salvo. Lo increíble de esta acción, es que este acto providencial fue efectuado por Martínez, quien era llanero de Calabozo, y siempre sirvió a los españoles desde los tiempos de Boves, con la fama de ser una de sus más terribles lanzas. Estuvo aquella noche con los patriotas después de la acción de Carabobo, pero no amaneció en el campamento.

Al mismo tiempo el valiente general Cedeño, inconsolable por no haber podido entrar en acción con las tropas de su mando, avanzó con un piquete de caballería, hasta un cuarto de milla para alcanzar al enemigo, y al cargar contra ellos cayó muerto de un balazo. Poco después en el mismo campo de Carabobo, Bolívar, en medio de vítores y en nombre del Congreso, ascendió a José Antonio Páez al grado de General en Jefe.

Bolívar en su proclama dijo que se había confirmado el nacimiento político de la república de Colombia: “Solamente la división de Páez, compuesta de dos batallones de infantería y 1.500 jinetes, de los cuales pudieron combatir muy pocos, bastaron para derrotar al ejército español en tres cuartos de hora, si todo el ejército independiente hubiera podido obrar en aquella célebre jornada, apenas habrían escapado algunos enemigos. Sellóse en Carabobo la independencia de Colombia. El valor indomable, la actividad e intrepidez del general Páez, contribuyeron sobremanera a la consumación de triunfo tan espléndido”.

Los oficiales del estado mayor de Páez que murieron en esta memorable acción fueron: Coronel Ignacio Meleán, Manuel Arraiz, herido mortalmente, capitán Juan Bruno, teniente Pedro Camejo (a) el Negro Primero, teniente José María Olivera y el teniente Nicolás Arias. Entre todos quien con más cariño recordó Páez fue a Camejo, generalmente conocido entonces con el sobrenombre de “El Negro Primero", esclavo un tiempo, que tuvo mucha parte en algunos de los hechos que heroicamente llevó a cabo Páez, como “Las Queseras del Medio”. Pedro Camejo, que murió a los primeros tiros de la batalla, y quien según muchos testigos antes de morir se presentó ante Páez para decirle: “Mi general, vengo a decirle adiós porque estoy muerto”.

Después de la acción en Carabobo, y luego de la persecución de los realistas a cargo de las tropas patriotas comandadas por Páez, el último reducto de las fuerzas españolas fue a refugiarse a Puerto Cabello. El 25 de junio Bolívar, dejando a Mariño, jefe del estado mayor, al frente de las tropas en Valencia, marchó con un batallón junto con Páez hacia Caracas.

A poco de haber llegado a Caracas, le ordena Bolívar a Páez regresar a Valencia para ponerse a la cabeza del ejército, y él se quedó en la capital conferenciando con el vicepresidente, general Soublette, acerca de varios puntos de gobierno y administración. Luego Bolívar marchó para la Nueva Granada con algunos cuerpos del ejército, dejando dividida provisionalmente a Venezuela en tres distritos militares, siendo Páez nombrado comandante general del que se formó con las provincias de Caracas, Carabobo, Barquisimeto, Barinas y Apure.

Los realistas derrotados en Carabobo, se reagruparon nuevamente y comandados por Morales trataron de retomar el terreno perdido. Mientras Bolívar inicia la campaña del sur, se producen en Venezuela muchas acciones entre 1822 y 1823, las cuales en su mayoría fueron sofocadas por Páez y su ejército. Esto obligó a Morales a retirarse nuevamente a Puerto Cabello, donde se embarcó para Maracaibo, dejando la plaza al mando del general Don Sebastián de la Calzada.

Páez sitió la plaza de Puerto Cabello y después de haber propuesto a Calzada por dos veces entrar en un convenio para evitar mas derramamiento de sangre, le envió al fin la intimación de rendir la plaza, dándole el término de veinticuatro horas para decidirse, y amenazándole en caso de negativa con tomarla a viva fuerza y pasar la guarnición a cuchillo.

Comenzados los preparativos para la toma de la plaza y el castillo, Páez salvó milagrosamente la vida, pues estando una mañana muy temprano inspeccionando las obras relativas a la ocupación, una bala de cañón dio con tal fuerza en un montón de arena sobre el cual estaba de pie, que lo lanzó a un foso con gran violencia, pero sin la menor lesión corporal.

A las diez de la noche, del 7 de noviembre de 1823, se movieron las tropas de Páez para dar el asalto. Como era de esperar, tuvo el mejor éxito, defendiéndose el enemigo con desesperación hasta que le fue inútil toda resistencia. Ocupada la plaza, dos sacerdotes vinieron a Páez para decirle que el general Calzada, refugiado en una iglesia, quería rendirse. Aceptada la rendición Calzada felicitó a Páez por haber puesto sello a sus glorias con tan arriesgada operación, y terminó entregándole su espada.

Concluye así la guerra de la independencia. En adelante, no se emplearían las armas de la república, sino contra guerrillas de forajidos que la corona armó y alimentó por algún tiempo, o para auxiliar más allá de sus fronteras a pueblos hermanos en la conquista de sus derechos.

A finales de 1823, después de la toma de Puerto Cabello, llegaron los representantes de Francia, Inglaterra y Estados Unidos a establecer relaciones con la nueva república. Pero existía la duda acerca de que España insistiera en la reconquista de sus antiguas colonias. En 1824 Bolívar logró reunir en el congreso de Panamá a los gobiernos hispanoamericanos para tratar estos asuntos y evitar cualquier intento de España de apoderarse nuevamente de las repúblicas independientes.

Pero fue gracias a la doctrina Monroe atribuida al presidente de los Estados Unidos James Monroe que sintetizaba en una frase “América para los americanos”, que se tuvo por asegurada la independencia de los nuevos estados contra toda ocupación europea. Los países europeos aliados abandonaron sus propósitos hostiles contra las nuevas repúblicas y su independencia fue asegurada.

Transcurría el año 1824 y el 20 de agosto Páez embarcó en Puerto Cabello, con destino al Perú, a una división compuesta de dos mil seiscientos noventa y cuatro hombres a las órdenes del coronel José Gregorio Monagas. La necesidad de mantener tropas fuera del territorio y los temores de que se llevaran a efecto las amenazas de una nueva expedición española, hizo necesario un decreto del vicepresidente de la República, general Santander, para que se hiciera un alistamiento general de todos los ciudadanos con el objeto de formar con ellos cuerpos de milicias o completar los ya establecidos.

No fue muy bien acogido semejante decreto, y tocó a Páez como comandante general de los departamentos de Caracas y Apure, hacerlo cumplir. Debido a los supuestos excesos cometidos en el reclutamiento y a los hechos acontecidos en una revuelta en Petare a finales de 1825, el Dr. José Antonio Pérez y un grupo de disputados de la cámara de representantes de Caracas, decidieron quejarse ante el senado de Colombia y pedir su destitución. Las opiniones se dividieron, por una parte se planteó que el único capaz de mantener el orden y la tranquilidad en el departamento  de Venezuela es el general Páez, a quien piden ratificar en el cargo y desestimar las acusaciones de Pérez, por la otra se pide su destitución del mando. El mismo Páez deplora la actitud ambigua de Santander y se resiente por las acusaciones injustificadas de letrados que jamás tomaron parte alguna cuando se debatían con las armas, y que ante el congreso provocarían su sustitución por el Sr. intendente general Juan Escalona.

Línea en el tiempo: En 1821 se inicia la campaña del sur. En 1822 de libraron las batallas de Bomboná y Pichincha a cargo de Bolívar y Sucre. Para 1823 culmina la campaña del sur con la batalla de Ayacucho a cargo de Antonio José de Sucre, se libró la batalla naval en el lago de Maracaibo a cargo del almirante Padilla. En 1824 Bolívar convocó a los gobiernos hispanoamericanos a reunirse en Panamá. En el año de 1825 muere enfermo en la ciudad de Caracas Pedro Zaraza.

1826 – 1830: Se pronuncia la municipalidad de Valencia. Llegada del Libertador a Venezuela. Separación de Venezuela de Colombia. Muerte del Libertador

La vasta extensión del territorio colombiano, las difíciles comunicaciones de las provincias con el gobierno central, establecido en Bogotá, los celos y rivalidades entre venezolanos y granadinos, todo indicaba que la república de Colombia tendría una existencia efímera. Ya se dejaban sentir los síntomas de una separación que era inevitable, y que más tarde o más temprano tendría que llevarse a cabo, sin que a nadie le fuera posible impedirlo.

Es en 1826 cuando comienza a gestarse un movimiento conocido como “La cosiata” que pondría fin a la Gran Colombia de Bolívar y separaría para siempre a Venezuela de la Nueva Granada. El congreso colombiano lejos de tener presente las razones expuestas por Páez antes las acusaciones que se le señalaban, nombra como sustituto al general Juan Escalona a quien no correspondía por ordenanza recibir el mando en competencia con otros generales más antiguos y de mayor graduación. A pesar de sentir profundamente está imprudente medida y a pesar del apoyo con que contaba en su Departamento para no someterse a semejante humillación, el 29 de abril Páez reconoció a su sucesor.

Al poco tiempo de haber tomado Escalona el gobierno en Valencia, comenzó a agitarse el país y los enemigos comunes de Venezuela comenzaron a conspirar. Es entonces cuando se revela La Municipalidad de Valencia y nombra a Páez como jefe supremo del Departamento de Venezuela, desconociendo a Escalona e invitando a las otras ciudades a que aprobaran el movimiento que había iniciado, para que todas reunidas expresaran los grandes motivos que habían hecho necesario la reposición de Páez en el mando.

Páez debió conservar el orden y tranquilidad pública hasta que volviera el Libertador. La Municipalidad de Caracas, que tan hostil se le había mostrado anteriormente, se adhirió al acto de Valencia. Se acogió por muchos el sistema federal como el más conveniente a los pueblos, y capaz de salvar a la república de la anarquía que la amenazaba. Puerto Cabello proclamó la federación el 8 de agosto, y le siguieron pronto su ejemplo Maracaibo, Aragua, Cumaná, y finalmente Quito y Guayaquil, situadas en el otro extremo de Colombia.

El general Páez escribió a Bolívar, manteniéndolo al tanto de la situación y describiéndole en sus cartas las intrigas e injusticias a la cual fue sometido por el congreso de Colombia, lo cual desencadenó en los acontecimientos de Valencia. Bolívar respondió a sus cartas lamentando tan terrible final para la república, y así lo dejó expuesto al final de una de sus cartas: “…Yo no sé qué remedio pueda tener un mal tan extenso y tan complicado. A mis ojos, la ruina de Colombia está consumada desde el día en que usted fue llamado por el Congreso. Adiós, querido general. Dios ilumine a usted para que salga ese pobre país de la muerte que le amenaza. Soy de usted amigo de corazón”.

El último día del año 1826 llegó el Libertador a Puerto Cabello, y mediante decreto, expedido el primero de Enero de 1827, le confirmó al general en jefe José Antonio Páez el título y autoridad de jefe civil y militar, bajo el nombre de jefe superior de Venezuela, con todas las facultades que le confirieron tal distinción, y el general en jefe Santiago Mariño sería intendente y comandante general de Maturín.

Al mismo tiempo Páez decretó que desde ese momento quedara reconocida en toda su extensión la autoridad del Libertador en calidad de Presidente de la República, y convocar en la ciudad de Caracas la Gran Convención Nacional que se ocuparía de las reformas reclamadas por los pueblos para decidir la suerte de la república.

Sabiendo Páez que el Libertador venía de Puerto Cabello a Valencia, donde se hallaba, salió a recibirlo el 4 de Enero, y al encontrarse al pié del cerro de Naguanagua, se abrazaron cordialmente y entraron juntos en Valencia en medio de los vítores del pueblo que se agrupó para recibirlos. Luego Bolívar y Páez fueron juntos a Caracas donde se les recibió con marcadas muestras de entusiasmo, lo mismo que habían hecho todos los pueblos por donde pasaban.

De Caracas salió Páez para el Apure, acompañado del coronel José Félix Blanco, para hacer deponer las armas a mil quinientos hombres de caballería que rehusaban hacerlo mientras no vieran la conducta que Bolívar observara con Páez. Éste logró su objeto con sólo presentarse en aquel punto.

Próximo a partir el Libertador para la Nueva Granada, donde el general Santander comenzaba a mostrársele hostil, en conversación privada le dice a Páez que creyendo ya inevitable la separación de Venezuela de Colombia, y esperando que fuera nombrado primer Presidente de la nueva república, pusiera todo su influjo a la no adopción del sistema federal, porque en su opinión era sinónimo de desorden y disolución. Le recomendó mucho la constitución boliviana, le encargó también que al verificarse la separación partieran la deuda, la tierra y el ejército; que entonces él vendría a establecerse en Venezuela, pero que si se adoptaba el sistema federal, “no se quedaría ni de mirón”.

Luego vendría la Convención de Ocaña en Colombia, donde el Libertador, cansado ya de tantos viajes y sediciones que condenaban a la república, luchaba en vano por mantener la unión. La convención decretó un gobierno central manteniendo la constitución con muy pocas alteraciones. Bolívar resuelve partir, es entonces cuando Bogotá lo aclama y decide darle poderes dictatoriales encargándole exclusivamente los destinos de la patria. Esto trajo como consecuencia una conjura contra el Libertador la cual milagrosamente falló.

Ante la posibilidad de establecer una monarquía constitucional o de recurrir al protectorado de una nación extranjera como forma de gobierno, comenzaron de nuevo las diatribas. El mismo Bolívar guardó silencio por meses, hasta que al fin se pronunció en contra de tal forma de gobierno. El Libertador dirigió a los departamentos de Colombia una circular autorizándolos para que expresaran francamente sus opiniones sobre el régimen político que más les conviniera.

Los pueblos entonces hicieron conocer sus deseos. Los de Manavi y otros puntos deseaban una monarquía moderada bajo el cetro de Bolívar. En Maracaibo pidieron algunos se nombrara a éste jefe vitalicio de una república con autorización de elegir sucesor. La ciudad de Valencia, por unanimidad de sus hombres más notables, se pronunció contra la forma monárquica, y en favor de la disolución de los tres estados que formaban a Colombia y pidió se elevara al congreso esta petición.

El 26 de noviembre de 1829 se reunió en Caracas una junta de lo más granado de sus habitantes en el convento de San Francisco, quienes determinaron la separación del gobierno de Bogotá y desconocimiento de la autoridad del general Bolívar, aunque conservando siempre paz, amistad y concordia con sus hermanos de los departamentos del centro y sur de Colombia. En respuesta, el Libertador anunció su renuncia irrevocable a la presidencia de la república.

En enero de 1830 se instaló el Congreso Constituyente en Bogotá, cuyo presidente Antonio José de Sucre le suplicó al Libertador que continuara ejerciendo la suprema autoridad hasta tanto que el Congreso promulgara la constitución del estado y nombrase su presidente. Bolívar aceptó no sin dejar de prever los graves inconvenientes con que tenía que luchar, porque las actas de los pueblos de Venezuela le persuadían claramente y él estaba convencido de que la opinión general se pronunciaba con firme decisión contra el gobierno de Bogotá.

Fueron los meses entre enero y abril de mucha tensión. Por un lado Páez se preparaba para una invasión del Libertador con las tropas granadinas y bolivianas. Por otro lado el Congreso Constituyente y el Departamento de Venezuela destacaban comisiones para tratar las diferencias en Cúcuta. No se producían acuerdos. Bolívar estaba gastado física y moralmente en medio de la tempestad que por todas partes se había levantado contra él. Finalmente se rinde y el 29 de Abril se despojó del poder que hasta entonces había ejercido.

Al día siguiente, el Congreso le dirigió la respuesta a su último mensaje, reconociendo los grandes servicios que había hecho a Colombia, esperando que su nombre pasara a la posteridad con el brillo que le convenía, El Libertador, entonces, determinó embarcarse para Europa, y con dicho objeto se dirigió A Cartagena.

El 6 de mayo se instaló en Valencia el Congreso Constituyente de Venezuela, con treinta y tres diputados, siendo electo presidente el Dr. Francisco Javier Yánez. Estaba el Congreso ocupado en sus tareas cuando en los cantones de Orituco y Río Chico, en el mes de Junio, nacieron disturbios promovidos por el General Julián Infante, quien a la cabeza de unos cuantos militares y paisanos recorrió dichos territorios apellidando a Bolívar Jefe Supremo del Estado y proclamándose defensor de la integridad colombiana, los cuales fueron sofocados.

En agosto Páez en su mensaje ante el Congreso, y en su facultad como encargado del gobierno y jefe del ejército, logró apaciguar los ánimos de los militares que se oponían al desafuero decretado en su contra por el Congreso. Mientras pasaban estos sucesos en Venezuela, el militarismo levantaba con audacia la cabeza en la Nueva Granada para derrocar al gobierno legítimo, esta insurrección estuvo bajo la dirección del coronel Florencio Jiménez y del general Justo Briceño, instrumentos ambos de la trama urdida por el general Rafael Urdaneta, quien propuso a Bolívar al mando supremo de la República.

El 22 de Septiembre firmaron los miembros del Congreso de Venezuela, la constitución que debía regir la nueva República, ya de hecho declarada estado independiente del gobierno de Bogotá. Entre los muchos artículos de esta constitución estaba la manumisión de los esclavos. Urdaneta, Montilla y algunos otros individuos que promovieron el alzamiento en la Nueva Granada instaban a Bolívar para que se pusiera a la cabeza de una cruzada contra Venezuela, pero la resistencia y enfermedad del Libertador, la revolución de Río Hacha y la heroica defensa que hicieron los habitantes de esta provincia, frustraron del todo aquellos planes. En Venezuela se sofocaron insurrecciones fomentadas por Urdaneta y se reestableció el orden, mientras tanto el congreso había autorizado a Páez para poner sobre las armas hasta diez mil hombres en caso de ser invadido el territorio venezolano.

Concluye el año 1830 con la muerte del Libertador, el diecisiete de diciembre de 1830 en la quinta de San Pedro, cerca de Santa Marta. Simón Bolívar el Libertador de Colombia y del Perú, padre y fundador de la República de Bolivia.

Línea en el tiempo: En 1830 Antonio José de Sucre es asesinado en Berruecos. Para la fecha de la muerte del Libertador en 1830, Bolívar contaba con 47 años y Páez con 40.

1831 – 1836: Páez es elegido Presidente de Venezuela. Insurrecciones en el Oriente. Restitución del presidente José María Vargas.

Al principio del año 1831, el general Urdaneta propuso a los gobiernos de Venezuela y del Ecuador que se entablaran negociaciones con objeto de ver si era posible restablecer la unión colombiana, pero ambos permanecieron firmes en el propósito de entrar solamente en la unión federativa tan pronto como se organizara un gobierno en la Nueva Granada.

José Tadeo Monagas, uno de los héroes de la Independencia, que en los llanos de Barcelona había combatido con inalterable constancia las huestes realistas y que fue uno de los que suscribieron el acta por la cual Barcelona se pronunciaba contra la integridad colombiana, se alzó en rebelión y proclamó el restablecimiento de Colombia en las provincias de Cumaná, Barcelona, Margarita, y en los cantones de Río Chico, Orituco, Chaguaramas, Caucagua y otros puntos de la provincia de Caracas.

El 18 de Marzo se instaló el primer Congreso constitucional de Venezuela, y el 24 de Marzo las asambleas electorales eligieron Presidente del Estado al general en jefe José Antonio Páez, quien resultó electo para este cargo con ciento treinta y seis votos de ciento cincuenta y ocho electores que sufragaron, convirtiéndose así en el primer presidente constitucional de Venezuela.

Perdidas las esperanzas de lograr que Monagas entrara en transacciones pacíficas, fue necesario que el gobierno pusiera en actividad las tropas destinadas a combatir a los facciosos. En estas circunstancias, el general José Francisco Bermúdez logró que se pronunciaran en favor del gobierno muchos de los puebles que se habían declarado por las ideas y planes de Monagas. El 20 de Abril, el mismo Páez salió para ponerse al frente del ejército que obraba contra Oriente y logró retomar la calma.

En este primer año del gobierno de Páez el Congreso autorizó al Ejecutivo para promover con ofertas generosas la emigración de muchos habitantes de las Islas Canarias. La experiencia en otros países del sur como Brasil y Argentina había demostrado que los habitantes de las Canarias eran los que, con mayores ventajas y con mejores seguridades de buen éxito, podían satisfacer los deseos de los hacendados y lograr fortalecer la agricultura, como en efecto se lograría después con el cultivo y la cosecha del tabaco.

Cabe destacar en este apartado un hecho que demostraría, una vez más, la osadía y valentía de José Antonio Páez. Un jefe de bandidos, llamado José Dionisio Cisneros, asolaba el país con uno de esos pretextos que nunca faltaron en aquellas comarcas. Había burlado todas las persecuciones de las tropas patriotas y del nuevo gobierno durante 11 años. el Presidente Páez se propuso ir a encontrarse con Cisneros y tratar de desarmarlo. De nada sirvieron los ruegos, y partió acompañado por sólo dos edecanes y un antiguo lancero de los llanos.

Llegando al pico de la roca inexpugnable en que se había atrincherado Cisneros con su terrible banda, ordenó Páez al lancero que fuera a anunciar su llegada al tan temido jefe. Media hora después volvió el fiel mensajero, y Páez le preguntó: “¿Qué ha habido?”, a lo cual respondió el llanero: “General, no suba usted allá porque encontraría 200 bandidos armados de píes a cabeza que lo esperan para asesinarle, pues el jefe me lo ha dicho con una sonrisa horrible, que será usted recibido como se merece”.

Volviéndose Páez a los dos edecanes, les dijo junto al lancero que le esperaran allí, y si no volvía antes de la puesta del sol, le dijeran a Venezuela que ha muerto en su servicio. Y sin perder tiempo, el general Páez subió solo a la montaña en cuya cima ya se estaban haciendo los preparativos para su suplicio.

Al llegar, como se lo dijo el llanero, se encontró en presencia de 200 bandidos formados en línea de batalla, armados de carabinas, trabucos y machetes. Su jefe, hombre de elevada estatura y rostro sombrío y amenazador, llevaba un par de pistolas al cinto, y apoyado orgulloso sobre una carabina de dos cañones, le dijo a Páez: “-¿Cómo te atreves a subir hasta aquí?”, “-¿Qué vienes a hacer en medio de tus más encarnizados enemigos?”. “-Vengo solamente a entenderme contigo, para poner término a la guerra de exterminación que ha asolado hasta ahora a nuestra patria” contestó Páez.

Semejante resolución a sangre fría produjeron indudablemente profunda impresión en el atrevido bandido del Tuy, pues su venganza, quedó como suspensa sobre la cabeza de su víctima. Notó Páez y concibió alguna esperanza, pero no pudo prever la terrible prueba a que le iba a someter su feroz adversario. “-Tú ves”, le dijo Cisneros, “-que con mis doscientos valientes compañeros puedo luchar contra todas las fuerzas de que puedes disponer, que no temo y que puedo poner precio a tu cabeza y verla caer a balazos”; “¿Quieres para formar una idea de la habilidad de mis compañeros de armas, mandarles algunas maniobras y el ejercicio de fuego?”.

Convencido Páez de que su muerte estaba decretada, mas no vaciló en responder al reto sangriento, y sin manifestar la más leve inquietud, dio algunos pasos como una heroica víctima hacia sus doscientos verdugos, y les mandó algunas demostraciones que ejecutaron con tanta precisión como rapidez. En fin había llegado el momento supremo, Páez, a quien Cisneros observaba con curiosa ansiedad, se planta con la frente erguida y el rostro tranquilo delante de la columna que va a disparar sus armas y derribarle muerto, y le manda el ejercicio de fuego.

El sordo ruido de las baquetas en las armas que ha mandado a cargar, le prueba que la orden se cumplirá, “-Apunten”, dijo. En el momento en que los bandidos, a quienes él mismo ha dado la señal de su muerte, van a descargar las armas, Cisneros subyugado por el ascendiente que aun en los hombres más feroces ejerce un gran valor acompañado de tan sublime resignación, hace una señal que los suyos comprenden. Todas las carabinas que se habían bajado amenazando el pecho de Páez, se elevan lentamente sobre su cabeza. Más de doscientas balas parten silbando por el aire. Pero el intrépido Presidente de Venezuela ni aun ha pestañeado.

“-¡Me has vencido!” le dice entonces Cisneros, “-¡de aquí en adelante cuenta conmigo vivo o muerto!”. Pocos instantes después, el General Páez volvió a Caracas, acompañado de un sincero amigo, un buen ciudadano, que desde aquella época figuraría en las filas de los defensores de su patria.

Durante este primer gobierno de Páez, se le dio un empuje a la educación. Se estableció en la Universidad de Caracas una Academia de Matemáticas, a cargo de Juan Manuel Cagigal, eminente matemático. También para 1833 y los años posteriores se erigieron los colegios de Margarita, Tocuyo, Guanare, Cumaná, Carabobo, Trujillo, Coro, Ciudad Bolívar, Barquisimeto, Calabozo, Maracaibo, etc., y algunos de niños y de niñas en la Capital. Así como el decretó del vicepresidente Narvarte para la formación de una biblioteca nacional.

También se firmaron tratados de amistad, comercio y navegación entre Venezuela y Francia, y por ley se declararon puertos habilitados para la importación y exportación del comercio en general, los de Maracaibo, La Vela, Puerto Cabello, La Guaira, Barcelona, Cumaná, Carúpano, y Angostura.

Para el año 1836 fue elegido para Presidente de la República el Dr. José María Vargas, hecho el cual produjo un gran alborozo en el pueblo, y nadie hubiera presentido que aquella elección habría de tomarse como motivo para encender los horrores de la guerra civil.

Páez se retiró a su hato de San Pablo a treinta y ocho leguas de Caracas, volvió a su primera ocupación de criador y a sus sencillas costumbres de llanero, ningún remordimiento perturbaba su reposo y tranquilidad. No habían transcurrido cuatro meses cuando se le presentaron varios emisarios a su hato para notificarle del golpe de estado contra Vargas. Capitaneaba a los facciosos el Comandante Pedro Carujo, quien con la mayor arrogancia se introdujo, pistola en mano, en la casa del tranquilo Presidente.

Carujo fue nombrado jefe del batallón Anzoátegui y seguidamente proclamaron al general Santiago Mariño Jefe Supremo. No vacilando Páez, se incorporó enseguida a la defensa de la Constitución, reunió los cincuenta hombres que se hallaban en su hato, y se puso en marcha hacia la capital. En San Juan de los Morros se le agregó una compañía de milicianos armados de garrote, también unos treinta o cuarenta jinetes en  Villa de Cura. Atravesando profundos barrizales llegaron a Maracay, y habiendo unido los escuadrones Ortiz, Tiznados y Calabozo, se puso en marcha hacia Caracas.

Durante meses se llevaron a cabo muchas acciones, logrando al fin reestablecer el orden constitucional gracias a la pronta y heroica decisión del General en jefe José Antonio Páez, la cual logró la unidad de los pueblos y salvó las instituciones.

Línea en el tiempo: En 1831 muere asesinado en Cumaná José Francisco Bermúdez el 12 de julio.

1837 – 1843: Acción de Payara. Segunda presidencia de Páez. Repatriación de los restos del Libertador.

Iniciando el año 1837 se llevó a cabo una revuelta por los Farfán en Apure. Juan Pablo y Francisco Farfán, quienes en más de una ocasión sirvieron a los servicios de Páez, y mucho antes a Boves y Yáñez, eran el verdadero tipo del llanero beduino, hombres de gran estatura y extraordinaria musculatura. Páez fue a su encuentro y los derrotó en Payara. Juan Pablo Farfán vino en persona a poner fuera de combate Páez, pero fue derribado instantáneamente muerto por la robusta lanza de su criado Rafael Salinas.

Al final las bajas del gobierno sólo consistió de dos muertos y siete heridos; la de los facciosos de ciento cincuenta muertos, entre ellos un hermano y un tío del cabecilla Francisco Farfán. Sucedió esta acción de armas el 26 de Abril, y fue motivo de felicitaciones y reconocimiento para el “León de Payara”.

Ese mismo año el Congreso había decretado que se le regalara a Páezino en  Páez salee instalaunciar a los prisioneros en esa , en muestra de aprecio a sus servicios en la contienda con los reformistas, una espada de oro, signo de honor y de gratitud nacional. El día escogido fue el 19 de Abril, aniversario de la Independencia. En ella estaba escrito este pensamiento: “Al Ciudadano Esclarecido defendiendo la Constitución y leyes de su patria, la Representación Nacional en 1836”.

Habiendo terminado el período presidencial del Dr. Vargas, se procedió a nuevas elecciones, y Páez tuvo la fortuna de ocupar de nuevo la silla del Poder Ejecutivo por el voto de 212 electores entre los 222 que sufragaron en toda la República.

Toda la fuerza armada de la República eran 800 hombres en los parques, porque la seguridad descansaba en la opinión pública. Las sumas que pudieron destinarse al mantenimiento de tropas permanentes, se aplicaron al fomento de la educación, a la apertura de caminos, a la mejora de puertos y construcción de edificios públicos; a traer al país emigrantes útiles y sacar a los indígenas a la vida civilizada, a pagar la deuda del Estado y elevar el crédito interior.

Se aumentó la agricultura con la protección de las leyes; se extendió el comercio, y se principiaron a restablecer las relaciones con España. Se entablaron relaciones diplomáticas, y quedaron preparadas las cosas para la conclusión del tratado de paz y reconocimiento de la independencia. Se fundó la colonia Tovar a cargo del coronel Agustín Codazzi. En 1841 el 17 de Mayo el Congreso decretó el establecimiento del Banco Nacional. El 22 de marzo se firmó el tratado de amistad, comercio y navegación entre Venezuela y el rey de Suecia y Noruega. En 15 de Mayo el Congreso decretó que se establecieran tres penitenciarías, una en Caracas, y las otras dos en las ciudades de Cumaná y Maracaibo.

Venezuela definió positivamente los límites que separaron su provincia de las de las naciones confinantes. Como acontecimiento memorable se registró en ese año la publicación de la Geografía e Historia de Venezuela por Codazzi, Baralt y Díaz.

El 30 de abril  de 1842 se presentó el decreto ordenando honores al Libertador, el Gobierno trasladó sus restos desde Santa Marta a Caracas con el decoro propio, y a su llegada se le brindaron todos los honores fúnebres de Capitán General. Hubo luto por ocho días. Los ilustres restos fueron depositados en la Santa Iglesia Metropolitana y se colocaron en un modesto panteón. Las reliquias y traslado a su suelo natal, estuvieron a cargo de los generales de división Francisco Rodríguez del Toro y Mariano Montilla, y del doctor José María Vargas.

En 1843, examinados por el Congreso los registros de los colegios electorales sobre elección de Presidente de la República, se encontró que el benemérito general Carlos Soublette obtuvo una mayoría de votos superior a las dos terceras partes, y en consecuencia fue declarado Presidente de la República.

Páez, una vez entregado el mando, se retiró a la vida privada con la satisfacción de ver que sus compatriotas estaban satisfechos de su conducta, como se lo indicaron en los votos de gracias las municipalidades y muchos padres de familia.

Línea en el tiempo: En 1840 muere Francisco de Paula Santander en Bogota. Antonio Leocadio Guzmán funda el Partido Liberal.

1844 – 1850: El Gobierno de José Tadeo Monagas y Los Liberales. Páez es derrotado en Los Araguatos. Prisión de Páez en Cumaná. El destierro y llegada a New York.

Al aproximarse el término de la presidencia del general Soublette, muchos ciudadanos respetables de la capital y de las provincias creyeron conveniente que Páez ocupara otra vez la silla del gobierno. A pesar de los intentos por persuadirlo, apoyó al general José Tadeo Monagas para candidato presidencial, quien sería electo Presidente de la República.

El gobierno de Monagas desde el comienzo estuvo exaltado por las prédicas de lo Liberales, que encabezados por Antonio Leocadio Guzmán, habían tomado armas contra el gobierno a manos de Ezequiel Zamora. La República se vio envuelta en un lamentable estado de anarquía. A raíz de estos sucesos y luego de un tortuoso juicio, salió Guzmán de la Guaira con destino a Curazao, en expatriación permanente.

Continuó el país convulsionado y el 24 de enero de 1948, las milicias formadas por Monagas en un plan preconcebido y contando con la impunidad, invadió el Congreso como si fuera ciudadela sorprendida por asalto, e hizo fuego sobre los Representantes de la Cámara. Allí cayeron virtuosos y modelos de patriotas como Santos Michelena y Guillermo Smith, entre otros. Ese mismo día, el general José Tadeo Monagas le escribió a Páez atribuyendo aquel hecho horroroso al pueblo, y pidiéndole consejo.

Páez estaba seguro que del crimen perpetrado en aquel día, solo son responsables el general José Tadeo Monagas y los que le acompañan. Seguido de un puñado de hombres, se trasladó al Rastro. A medida que la noticia del horrible crimen llegaba a los pueblos, estos se levantaban en armas. Los cantones de Calabozo, Chaguaramas, Orituco, y San Fernando de Apure, las provincias de Mérida, Maracaibo, Trujillo y Coro lo autorizaron para defender las instituciones patrias, mientras el Congreso cercado de bayonetas daba un decreto declarándolo faccioso.

Se enfrentó Páez con 400 hombres contra las tropas del general Cornelio Muñoz en los Araguatos. Valientes fueron los soldados que formaron sus filas, y el encuentro, según confesó el mismo general Muñoz, “fue de lo más horroroso que vieran sus ojos en la guerra de Independencia”. Páez es derrotado y emprende la retirada, resolvió tomar el Magdalena y bajar a Santa Marta. De allí tomó pasaje en una barca inglesa con destino a Jamaica.

En 1849, proveniente de Curazao desembarcó en la Vela de Coro. Viendo que eran inútiles todos los esfuerzos, capituló y mandó a entregar las armas. Páez se puso en marcha hacia el cuartel general donde fue recibido cortésmente. Habiéndose determinado que fuera conducido a Caracas, salió de Valencia con su hijo Ramón el 2 de septiembre, escoltado por la columna de Zamora, compuesta de hombres mal intencionados.

De Caracas lo trasladaron al castillo de San Antonio en Cumaná y se le encerró en una celda de precarias condiciones. Un gran número de ciudadanos de Cumaná enviaron una representación al gobernador, pidiéndole que se le trasladara a una mejor habitación. Gracias a esta caritativa intervención se le trasladó a otra pieza más cómoda.

Después de muchos meses de sufrimientos y gracias a las constantes súplicas de su esposa e hijas y de la opinión pública, cedió el gobierno a la fuerza y ordenó se le pusiera en libertad, desterrándolo perpetuamente del territorio de la República. Su salida del castillo, donde había estado prisionero, fue una ovación que compensó con creces las humillaciones sufridas durante el largo cautiverio.

Al bajar del castillo, dieciséis señoritas cumanesas vestidas de blanco, rompieron el cuadro de soldados que lo conducían, y a pesar de las observaciones del comandante, se formaron en procesión a su derecha e izquierda, y fueron acompañándolo hasta la playa donde estaba anclado el buque en que debía embarcarse para Saint Thomas. Se embarcó en el vapor “Libertador”, y el 28 de Mayo lleguó a Saint Thomas, donde fue cordialmente acogido por su generoso amigo Vicente Piccioni. Desde aquella isla se embarcó el 15 de Julio para los Estados Unidos.

A su llegada a Nueva York, gran número de individuos de todas las clases de la sociedad se dirigieron a su alojamiento para conocerlo, felicitarlo y hacerle fervorosos votos de simpatía. Las autoridades y muchos ciudadanos de respetabilidad le pedieron al Honorable Caleb S. Woodhull, Corregidor de la ciudad, que se le concediera la hospitalidad de ella, como “Jefe distinguido de la Independencia Suramericana, compañero de armas de Simón Bolívar, fundador de la República de Venezuela, dos veces Presidente de ella, y firme sostenedor de la libertad civil”.

Línea en el tiempo: En 1845 muere en Caracas Gregor MacGregor, muere en París de camino a Madrid Rafael Urdaneta. En 1850 es abolida la esclavitud, para esta fecha Páez contaba con 60 años.

1851 – 1873: Regreso a Venezuela. Lucha contra Liberales y Federalistas. Salida del país por última vez. Muerte de Páez en New York.

Páez regresó a Venezuela el 18 de diciembre de 1858 a solicitud del presidente Julián Castro y de la Convención de Valencia, para que se encargara del ejército y de la pacificación del país, convulsionado por el alzamiento de los promonaguistas, liberales y federalistas. Cuando se proclamó la Federación el 20 de febrero de 1859 en Coro, el gobierno central lo nombró jefe de operaciones en la Provincia de Carabobo; pero al no obtener las amplias facultades que exigió, renunció en abril, y de nuevo regresó a los Estados Unidos. También visitó México y Europa.

El eterno luchador regresaría una vez más para hacerse cargo de los destinos de la República. El 10 de septiembre de 1861 fue nombrado Jefe Supremo de la República una vez depuesto Pedro Gual como presidente. Todo el año 1862 y parte de 1863, condujo Páez la guerra contra los federalistas encabezados por Juan Crisóstomo Falcón. Finalmente el Tratado de Coche pone fin a las hostilidades en abril de 1863. Páez gobernó nominalmente en Caracas hasta el 15 de Julio de 1863. El 13 de agosto salió de Venezuela por tercera y última vez, estableciendo su residencia en los Estados Unidos.

El 13 de julio de 1867, el gobierno de Venezuela le expidió el diploma que lo acreditaba como Ilustre Prócer de la Independencia Suramericana. Viajó a la Argentina y Uruguay en 1868, a Bolivia en 1870, a Perú y Colombia en 1872. El 6 de mayo de 1873, a los 82 años, murió en Nueva York “El Ciudadano Esclarecido”, “El León de Payara”, “El Centauro de Los Llanos” , “El Taita”, el impertérrito y heroico José Antonio Páez Herrera.

Línea en el tiempo: En 1851 muere en su residencia en Caracas el Marqués del Toro. En 1868 muere en Caracas José Tadeo Monagas. El 27 de Abril de 1870 se instaura en Venezuela el primer gobierno de Antonio Guzmán Blanco dando lugar a una autocracia que se extendería por casi 20 años.

1888:  Repatriación de los restos de José Antonio Páez

Los restos de José Antonio Páez fueron repatriados desde New York y sepultados en el Panteón Nacional, en el mes de abril de 1888 durante el gobierno de Hermógenes López. La descripción de la despedida para la repatriación de las reliquias de Páez, no pudo estar mejor expuesta en las palabras del poeta José Martí:

“Con homenaje digno de él despidieron los Estados Unidos, hace poco, los restos del que, sin más escuela que sus llanos, ni más disciplina que su voluntad, ni más ejército que su horda, ni más semejante que Bolívar, sacó a Venezuela del dominio español, con tanta furia en la pelea como magnanimidad en la victoria, en una carrera de caballo que duró dieciséis años.

En parada solemne fue escoltado el cadáver por las calles más nobles de Nueva York, desde el cuartel del regimiento de Milicias al muelle de donde, al son de los cañonazos funerales, lo transportó una lancha de vapor al buque de guerra que, por decreto del Congreso de Washington, llevaba los restos del héroe a Venezuela.

Abría la parada la policía a caballo; la mandaba desde un coche, envuelto en su capa militar y con la muleta caída a un lado, el general Daniel Sickles, el que ganó la batalla de Gettysburg de una pujante arremetida; seguía la artillería, con sus obuses relucientes; la marina, de bayeta y cuero; la caballería, de amarillo y azul; la tropa de línea, sobria; la milicia, con colores y galas; una guardia de honor, gris; una escolta de oficiales mayores, con sombreros plumados y espadines de oro; otra de veteranos, con las mangas vacías prendidas al pecho.

Las músicas vibraban. Las damas venezolanas saludaban el séquito con sus pañuelos, desde un balcón. Las aceras estaban llenas de curiosos. A la cabeza de los húsares iba Sheridan, el que de un vuelo de caballo cambió la fuga de sus escuadrones en Victoria. Presidiendo la comitiva iba Sherman, el que acorraló sobre sus últimos reductos al Sur exangüe. Cerraba el séquito doble hilera de coches, con los comisionados de Venezuela y los del Municipio, los ciudadanos prominentes que dispusieron estas honras, representantes de Boston y de Brooklyn, magistrados y generales, ministros y cónsules, neoyorkinos e hispanoamericanos.

Aquella música heroica, aquel estruendo de cureñas, aquel piafar de la caballería, aquellos uniformes galoneados, aquellos carruajes de gente civil, eran cortejo propio del que con el agua al pecho y la lanza en los dientes salió de los esteros del salvaje para ganar, en la defensa de la libertad, los grados y riquezas que otros ganan oprimiéndola, y morir al fin recomendando a sus compatriotas que, "como no sea para defenderse del extranjero, jamás toquen las armas".

En una caja amarilla, como su pabellón, iba el cadáver, con las coronas de la Sociedad Literaria Hispanoamericana, del Consulado de Santo Domingo, del 7o Regimiento, del fiel amigo Bebus, y una espada de flores, y la corona de los cubanos. "¡Cerca, mi Dios, de ti!" tocaba la banda a un lado del muelle, cuando iba el ataúd del féretro a la lancha, en hombros de ocho marinos. En fila la caballería, la artillería, las milicias, la tropa de línea. El cañón, de minuto en minuto. Todos los sombreros en las manos.

Aquellos honores eran eco del asombro con que los Estados Unidos oyeron contar, y leyeron en libros y diarios ingleses, las proezas del llanero épico que con el decoro y hombría de su trato supo más tarde, en su destierro de veinte años en New York, mantener para el hombre resignado la admiración que despertó el guerrero...”.

Acerca de la llegada de los restos de Páez a Venezuela, se puede citar un extracto del libro de Luis Enrique González La Guaira, dos Siglos de Historia:

“El día 7 de abril de 1888, en horas del mediodía, la fortaleza de El Vigía del puerto de La Guaira con repiques de campana y con su conocido código de señales anunciaba que había “fragata americana a la vista”, lo que produjo una gran excitación entre el pueblo del puerto que esperaba arribara dicho buque.

La fragata era “Pensacola”, que había salido de Nueva York con los restos del ilustre venezolano el día 24 de marzo, después de haber permanecido cuatro días en capilla ardiente las cenizas del héroe, recibiendo los mas grandes honores del pueblo norteamericano. Fue impresionante y majestuoso el desfile por la Quinta Avenida hasta llegar al embarcadero donde acudió el pueblo en masa a darle el último adiós.

A las dos de la tarde atracó el buque de guerra en la rada, e inmediatamente todos los buques surtos en el puerto izaron las banderas a media hasta, lo mismo hicieron los dueños de los edificios públicos y casas particulares”.

Los restos de José Antonio Páez descansan en el Panteón Nacional de la ciudad de Caracas, desde el 19 de abril de 1888.

 Revista Ilustrada de Nueva York. 
Colección de la Fundación John Boulton.


Exequias del General José Antonio Páez
New York en 1888.
Foto cortesía de la Fundación John Boulton.


La procesión en la 5ta avenida. 
Foto cortesía de la Fundación John Boulton.


Llegada del carro fúnebre al 
embarcadero en New York. 
Foto cortesía de la Fundación 
John Boulton.


Honores militares rendidos a Páez, 
frente a la casa de la Aduana 
en La Guaira. Foto cortesía de 
la Fundación John Boulton.

  
Fotografías tomadas del blog de Napoleón Pisani Pardi: “Escritos de un salvaje”


Bibliografía

Autobiografía del General José Antonio Páez Volumen I y II. IMPRENTA DE HELLET y BRED 58 y 60 CALLE DE FULTON NEW YORK 1869. REPRODUCIDA POR H. R. ELLIOT & CO., INC. NEW YORK, N. Y. 1946.